Miercoles, 21 de Abril de 2010.
Manuel Jesús necesitaba un golpe de moral en ‘su' Sevilla. Esa que le ha medido con el nivel tan exigible a las figuras y que nunca terminó de entrar en sus faenas. Y a Manuel, que tan mal lo está pasando personal y profesionalmente, le hacía falta sentir, por un día, el cariño de su tierra. Todo el mundo puso de su parte. El destino, un buen lote de El Puerto, noble y con buen aire. El público, que lo arropó e incluso empujó en los comienzos de faena. Y hasta la banda, que arrancó a tocar con cariño en la faena al quinto.
Es probable que esa haya sido su faena más dura en esta plaza. Por las circunstancias personales que la rodearon y porque Manuel veía que la feria se le iba de las manos sumido en el oscuro pozo de los que no lo ven claro. Ese quinto acometió con fijeza al peto y se empleó lo suyo, y se vino de largo y franco al capote de El Boni.
Tuvo espectacularidad el de El Puerto, que se vino siempre, con todo, a un ritmo fuerte pero haciendo todo por abajo, largo y con mucha fijeza. El Cid trató de asentarlo y asentarse, haciendo un esfuerzo sobre humano. Para él, tuvo premio. Algún muletazo en redondo con los talones apretados hizo subir de tono la cosa. Y naturales sueltos hicieron recordar sus mejores tardes en Sevilla. Por todo eso, y porque Sevilla es Sevilla para mucho, hoy hubo cariño con el torero.
Tanto hubo que le pidieron la oreja, de forma excesiva. Con tibieza, pues la faena bajó un punto al final, pese al espadazo, delantero pero muy efectivo, con el que finiquitó su cosa. Pero las lágrimas en los ojos con las que Manuel recogió la ovación y después inició la vuelta al ruedo a él le valían. Era la forma de expresar y expulsar el trago amargo.
Tampoco fue malo el segundo, un toro que también humilló, acudió con fijeza y prontitud a la muleta, que no siempre terminó de encontrar puesta. La velocidad del toro se unió a la de El Cid, y todo pasó muy rápido. Los cites en uve con la izquierda no lucieron la cosa.
Ponce acudía a su única tarde a Sevilla. Y debería preguntarse qué veedor reseñó un sobrero como el de Toros de la Plata. Tan alto, tan acaballado y tan feo. Eso no podía embestir y no lo hizo. Mansito de primeras, terminó rajado y no pasando. La forma de tomar la muleta un par de series, sin humillar y a media altura, fue puro espejismo. Ponce pasó las de Caín para matarlo. El animal, orientado, no pasó ni dejó pasar. Y el desastre con los aceros fue mayúsculo.
Abrió plaza otro sobrero, colorado. El titular, que no se tenía en pie, dejó paso a un ejemplar sin raza, transmisión ni tampoco fuerza. Ponce no estuvo a gusto. Lo pasó por ambas manos sin excesiva convicción y a matar.
Los mejores muletazos llevaron la firma de Talavante en el tercero, un toro que tuvo buen tranco pero que duró dos series antes de rajarse. Alejandro comenzó al natural sin probaturas y dejó dos series buenas, corriendo la mano, jugando la cintura y dejándola puesta. Después, con el toro en tablas venido abajo, robó algunos muletazos con la diestra, pero la tarde estaba metida en barrena.
El sexto no se entregó nunca. Descastado a más no poder, no dio opción de nada. Talavante se puso por las dos manos y lo mató. No había agua en el pozo.
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Martes 20 de Abril , de 2010.
Cuando saltó el cuarto, la tarde andaba sumida en caraja total. Pero fue aparecer el toro, muy bajito y con sus 490 kilos bien puestos, acucharadito, y cambió la cosa. No se empleó de salida, ni tampoco en dos puyazos de conservarlo mucho, pero el capote de Alvarito Montes lo cantó muy pronto. El toro iba como un obús, por abajo, humillado, con transmisión y recorrido. Era el toro de El Juli.
Julián, que había protagonizado una faena aseada con el manejable pero justo de raza primero, lo vio claro. Y Sevilla volvió a ver el estado de rotundidad, madurez y profundidad que atraviesa. Y esa mano izquierda rastrera como pocas, que embarca dando el pecho, que acaricia la arena y remata detrás de la cadera en muletazos exigentes al máximo.
El toro fue cumbre desde el primer muletazo. Puso la máquina a embestir y no paró de venirse de largo, de repetir con temperamento y profundidad, de entregarse a la muleta cosida de Julián, que como si de un homenaje al nombre se tratase, pues Zurcidor se llamaba, no le dio tregua alguna entre los muletazos de las series cada vez más rotundas.
La faena ganó enteros con la mano izquierda, por donde llegaron las dos mejores series de la feria. Al toro más importante en la muleta para el torero en mejor momento de la actualidad. La fiesta se hizo completa, y es que a Julián le salió todo. Un cambio de mano, un remate por alto, otros por bajo, los de pecho hasta el rabo, el redondo convertido en casi un circular...
Sólo después de cincuenta muletazos demoledores, el toro hizo amago de querer irse una vez a tablas. Pero aun así, el bravo ‘Zurcidor' siguió embistiendo y Julián poniendo remates a una obra maestra. El espadazo sin puntilla puso en sus manos las dos orejas. Dos orejones justos. Y el premio al toro debió ser la vuelta, pero Teja debe tener problemas con los pañuelos. Hoy tampoco atinó a cambiar el tercio de banderillas...
La tarde tuvo más cosas, fundamentalmente por la buena corrida de Torrealta. Muy justita, con algún toro como el tercero demasiado lavado y algunos muy chicos, pero con mucho fondo. Lo tuvo el segundo de Manzanares, un gran toro por el pitón derecho con el que el alicantino dibujó un buen inicio por bajo y tres series cumbres, encajada la planta, rota la cintura, por debajo de verdad, con ligazón y empaque.
¿Porqué no llegaron antes? Antes de esas tres series, cumbres, no hubo tanta limpieza ni continuidad. Ahí estuvo la segunda oreja, la que le hubiese abierto la del Príncipe. Pero aun así, los cambios de manos, algún trincherazo, los de pecho y, sobre todo, esas tres series rotundas de verdad, pusieron nivel a la faena.
El quinto manseó tela de salida. Fue muy difícil picarlo y también ponerle los palos. Pero cuando Manzanares se quedó con el mansito rompió a embestir. El toro tenía raza y fuerza y no lo puso fácil, pero a José Mari le salió la casta y la raza, pudo y se impuso en varias series largas, aguantando parones que llegaron cuando se quedó fuera entre los muletazos, pues no fue labor de demasiada apretura. Había que tragar paquete y lo tragó Manzanares, que en esta ocasión sí que dejó un espadazo arriba. Made in José Mari.
El lote más deslucido cayó en manos de Luque. Un tercero sin raza alguna que se paró pronto aunque la tomó con bondad pero al que no ayudó el ánimo del torero, que lo pasó sin mayor historia. Tampoco dijo mucho con el sexto, otro toro con fijeza y bondadoso al que le faltó un punto de chispa, pero con el que Luque se perdió en una faena larguísima, de muchos pases sobre ambas manos pero sin decir nada hasta el final, cuando dejó la muleta puesta en terrenos más de cercanías... y el toro fue.
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Lunes , 19 de Abril de 2010.
La tarde se vino arriba con el quinto, un sobrero de Javier Molina al que trataron muy mal de inicio, que blandeó un poco y pese a eso lo molieron en el peto y le dejaron enganchar cien veces el capote. A todo ello se sobrepuso un ejemplar que nunca se dejó ganar la partida, que tampoco lo puso fácil en su embestida, al que le faltó un punto de continuidad pero que siempre la tomó, en algunos caso, reponiendo mucho.Morante inició la faena por abajo. A las primeras de cambio el toro le rasgó la muleta y José Antonio cambió por otra para castigarlo por bajo y domarlo a las primeras de cambio en un inicio muy torero y con sabor. En los medios el toro embistió con disparo, a dos tiempos, con un golpetazo final que enganchó más de una vez a Morante, que perdió pies y no terminó de cogerle el ritmo en series irregulares. Quiso el torero, pero el acople tardó en llegar.Más cerrado, en la segunda serie, Morante echó el órdago, a grande. Un poquito de perfil, pero echando la muleta y dejándola puesta. Ahí fue cuando más la tomó el toro, y cuando José Antonio, de verdad, se quedó quieto como un palo y tragó paquete, una barbaridad. Las series salieron irregulares, no siempre con limpieza -desarme incluido-, pero sí con genialidades tan personales como difíciles de enumerar. Fue faena de grandes chispazos, en la que hubo unos remates por bajo que valen por sí solos la faena. Y el concepto de Morante, tan genial y tan distinto, siempre presente y volviendo loco al público de su Sevilla.
Una serie en redondo, de mano baja, apuesta y mucha cintura, fue cumbre. Y otra al natural, sin tanta ligazón pero con mucha verdad, se sumó al carro de una obra genial de un torero que quiso, pero que sin embargo no rubricó con la espada.Con la plaza metida en la corrida, Cayetano paró al sexto, un toro muy normalito y justito, con un gran saludo rodilla en tierra. Arreado el torero en su presentación como matador, templó mucho al toro, que no se entregó en el peto, en un quite por tijerillas de buen son, que terminó deslucido por un desarme pero que calentó a la plaza.Con Cayetano desplantado, el toro hizo hilo y puso la cosa en apuros, pero milagrosamente apareció la punta del capote de Morante y se llevó al toro como por arte de magia. Fue como si el de la Puebla le devolviese el favor, porque cuando en el quinto Morante perdió pie y el toro a punto estuvo de hacer presa contra las tablas, fue el capote de Cayetano, perfectamente situado en la boca del burladero, quien hizo el milagro.
La faena a ese sexto no llegó a prender. El animal comenzó a defenderse, a puntear y a no pasar, y Cayetano no pudo pasar de voluntarioso en una faena que remató de una buena estocada, mortal de necesidad.
Poco más hubo en una corrida larguísima y muy aburrida en sus primeros capítulos. Lo mejor llevó la firma de Morante en un gran quite a la verónica al toro que abrió plaza, el mejor de un encierro noble de Jandilla, con ese toro con nota superior. No lo entendió Aparicio, ni tampoco al burraco y templado cuarto, con los que pasó mucho rato en la cara sin ponerse de verdad, sin entregarse a la faena y pasándolos sin llegar nunca arriba. La gente, que lo captó a la primera, terminó recriminando su actitud en los dos turnos.Al primero de Morante lo reventaron con varios choques en el burladero. A la tercera fue la vencida y el toro se partió un pitón. El sobrero, estrechote, no tuvo demasiada fuerza pero se dejó lo suyo hasta que se paró. Morante no arreó, lo pasó un rato, dejó muletazos sueltos de buen aire y una serie mejor sobre la diestra, con chispazos, pero sin meterse en demasiada harina.
El tercero, un toro chico, no tuvo fuerzas. Lo aguantaron y Cayetano se encontró con un animal muy flojo al que trató de sacar algo siempre al hilo. Lo mejor fue un espadazo en lo alto que lo tiró sin puntilla.
La tarde se vino arriba con el quinto, un sobrero de Javier Molina al que trataron muy mal de inicio, que blandeó un poco y pese a eso lo molieron en el peto y le dejaron enganchar cien veces el capote. A todo ello se sobrepuso un ejemplar que nunca se dejó ganar la partida, que tampoco lo puso fácil en su embestida, al que le faltó un punto de continuidad pero que siempre la tomó, en algunos caso, reponiendo mucho.
Morante inició la faena por abajo. A las primeras de cambio el toro le rasgó la muleta y José Antonio cambió por otra para castigarlo por bajo y domarlo a las primeras de cambio en un inicio muy torero y con sabor. En los medios el toro embistió con disparo, a dos tiempos, con un golpetazo final que enganchó más de una vez a Morante, que perdió pies y no terminó de cogerle el ritmo en series irregulares. Quiso el torero, pero el acople tardó en llegar.
Más cerrado, en la segunda serie, Morante echó el órdago, a grande. Un poquito de perfil, pero echando la muleta y dejándola puesta. Ahí fue cuando más la tomó el toro, y cuando José Antonio, de verdad, se quedó quieto como un palo y tragó paquete, una barbaridad.
Las series salieron irregulares, no siempre con limpieza -desarme incluido-, pero sí con genialidades tan personales como difíciles de enumerar. Fue faena de grandes chispazos, en la que hubo unos remates por bajo que valen por sí solos la faena. Y el concepto de Morante, tan genial y tan distinto, siempre presente y volviendo loco al público de su Sevilla.
Una serie en redondo, de mano baja, apuesta y mucha cintura, fue cumbre. Y otra al natural, sin tanta ligazón pero con mucha verdad, se sumó al carro de una obra genial de un torero que quiso, pero que sin embargo no rubricó con la espada.
Con la plaza metida en la corrida, Cayetano paró al sexto, un toro muy normalito y justito, con un gran saludo rodilla en tierra. Arreado el torero en su presentación como matador, templó mucho al toro, que no se entregó en el peto, en un quite por tijerillas de buen son, que terminó deslucido por un desarme pero que calentó a la plaza.
Con Cayetano desplantado, el toro hizo hilo y puso la cosa en apuros, pero milagrosamente apareció la punta del capote de Morante y se llevó al toro como por arte de magia. Fue como si el de la Puebla le devolviese el favor, porque cuando en el quinto Morante perdió pie y el toro a punto estuvo de hacer presa contra las tablas, fue el capote de Cayetano, perfectamente situado en la boca del burladero, quien hizo el milagro.La faena a ese sexto no llegó a prender. El animal comenzó a defenderse, a puntear y a no pasar, y Cayetano no pudo pasar de voluntarioso en una faena que remató de una buena estocada, mortal de necesidad.
Poco más hubo en una corrida larguísima y muy aburrida en sus primeros capítulos. Lo mejor llevó la firma de Morante en un gran quite a la verónica al toro que abrió plaza, el mejor de un encierro noble de Jandilla, con ese toro con nota superior. No lo entendió Aparicio, ni tampoco al burraco y templado cuarto, con los que pasó mucho rato en la cara sin ponerse de verdad, sin entregarse a la faena y pasándolos sin llegar nunca arriba. La gente, que lo captó a la primera, terminó recriminando su actitud en los dos turnos.
Al primero de Morante lo reventaron con varios choques en el burladero. A la tercera fue la vencida y el toro se partió un pitón. El sobrero, estrechote, no tuvo demasiada fuerza pero se dejó lo suyo hasta que se paró. Morante no arreó, lo pasó un rato, dejó muletazos sueltos de buen aire y una serie mejor sobre la diestra, con chispazos, pero sin meterse en demasiada harina.
El tercero, un toro chico, no tuvo fuerzas. Lo aguantaron y Cayetano se encontró con un animal muy flojo al que trató de sacar algo siempre al hilo. Lo mejor fue un espadazo en lo alto que lo tiró sin puntilla.
La tarde se vino arriba con el quinto, un sobrero de Javier Molina al que trataron muy mal de inicio, que blandeó un poco y pese a eso lo molieron en el peto y le dejaron enganchar cien veces el capote. A todo ello se sobrepuso un ejemplar que nunca se dejó ganar la partida, que tampoco lo puso fácil en su embestida, al que le faltó un punto de continuidad pero que siempre la tomó, en algunos caso, reponiendo mucho.
Morante inició la faena por abajo. A las primeras de cambio el toro le rasgó la muleta y José Antonio cambió por otra para castigarlo por bajo y domarlo a las primeras de cambio en un inicio muy torero y con sabor. En los medios el toro embistió con disparo, a dos tiempos, con un golpetazo final que enganchó más de una vez a Morante, que perdió pies y no terminó de cogerle el ritmo en series irregulares. Quiso el torero, pero el acople tardó en llegar.
Más cerrado, en la segunda serie, Morante echó el órdago, a grande. Un poquito de perfil, pero echando la muleta y dejándola puesta. Ahí fue cuando más la tomó el toro, y cuando José Antonio, de verdad, se quedó quieto como un palo y tragó paquete, una barbaridad.
Las series salieron irregulares, no siempre con limpieza -desarme incluido-, pero sí con genialidades tan personales como difíciles de enumerar. Fue faena de grandes chispazos, en la que hubo unos remates por bajo que valen por sí solos la faena. Y el concepto de Morante, tan genial y tan distinto, siempre presente y volviendo loco al público de su Sevilla.
Una serie en redondo, de mano baja, apuesta y mucha cintura, fue cumbre. Y otra al natural, sin tanta ligazón pero con mucha verdad, se sumó al carro de una obra genial de un torero que quiso, pero que sin embargo no rubricó con la espada.
Con la plaza metida en la corrida, Cayetano paró al sexto, un toro muy normalito y justito, con un gran saludo rodilla en tierra. Arreado el torero en su presentación como matador, templó mucho al toro, que no se entregó en el peto, en un quite por tijerillas de buen son, que terminó deslucido por un desarme pero que calentó a la plaza.
Con Cayetano desplantado, el toro hizo hilo y puso la cosa en apuros, pero milagrosamente apareció la punta del capote de Morante y se llevó al toro como por arte de magia. Fue como si el de la Puebla le devolviese el favor, porque cuando en el quinto Morante perdió pie y el toro a punto estuvo de hacer presa contra las tablas, fue el capote de Cayetano, perfectamente situado en la boca del burladero, quien hizo el milagro.
La faena a ese sexto no llegó a prender. El animal comenzó a defenderse, a puntear y a no pasar, y Cayetano no pudo pasar de voluntarioso en una faena que remató de una buena estocada, mortal de necesidad.
Poco más hubo en una corrida larguísima y muy aburrida en sus primeros capítulos. Lo mejor llevó la firma de Morante en un gran quite a la verónica al toro que abrió plaza, el mejor de un encierro noble de Jandilla, con ese toro con nota superior. No lo entendió Aparicio, ni tampoco al burraco y templado cuarto, con los que pasó mucho rato en la cara sin ponerse de verdad, sin entregarse a la faena y pasándolos sin llegar nunca arriba. La gente, que lo captó a la primera, terminó recriminando su actitud en los dos turnos.
Al primero de Morante lo reventaron con varios choques en el burladero. A la tercera fue la vencida y el toro se partió un pitón. El sobrero, estrechote, no tuvo demasiada fuerza pero se dejó lo suyo hasta que se paró. Morante no arreó, lo pasó un rato, dejó muletazos sueltos de buen aire y una serie mejor sobre la diestra, con chispazos, pero sin meterse en demasiada harina.
El tercero, un toro chico, no tuvo fuerzas. Lo aguantaron y Cayetano se encontró con un animal muy flojo al que trató de sacar algo siempre al hilo. Lo mejor fue un espadazo en lo alto que lo tiró sin puntilla.
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Domingo 18 de Abril, de 2010.
Si alguien triunfó hoy en Sevilla fue Moisés Fraile. Con todo merecimiento y con argumentos, los de los toros bravos, bien presentados, encastados y a más. Un lujo para la afición en la que, hasta el momento, es la corrida de la feria, que ha puesto muy cara. Con un toro importantísimo como el cuarto, uno para soñar el torero como el sexto y, sobre todo, con uno bravo de verdad como el quinto, que se mereció y para el que se pidió la vuelta al ruedo, pero al que la del palco, sin conocimiento alguno, se la negó
El espectáculo estuvo en los toros desde que se abrió la puerta de chiqueros. El primero, un toro bajo muy en lisardo, fue tan manso como encastado y con transmisión. Muchas han sido las faenas importantes a estos toros en tablas, pero El Cid no estuvo. Dejó que el animal lo sorprendiese más de una vez en una faena que cayó en picado mientras el toro, que tardeaba un punto y si no le dejaban la muleta puesta se quería ir, seguía embistiendo. Sin embargo, su movilidad, su relativa entrega y, sobre todo, su transmisión, fueron para bastante más.No quedó ahí la cosa. El destino todavía le tenía reservado a Manuel Jesús un toro importantísimo, un cuarto de amplia eslora pero muy noble, que tomó la muleta con fijeza y prontitud, y que terminó desbordándolo a medida que avanzó la faena. Sevilla se enfadó con el de Salteras, al que pitó con justicia, porque Manuel, que no lo ve claro, que fue desarmado ya en el capote y que no le aguantó más que una primera serie, no está. Y un toro de bravo fondo es lo peor para un torero en ese estado, que no lo ve para tirar la moneda como pedía el animal, que fue reconocido bajo una atronadora ovación.
Con todo, el espectáculo mayúsculo llegó en el quinto, un toro gigantesco de casi seiscientos kilos, muy bravo, que siempre embistió colocando la cara, con un pitón izquierdo soberbio y embestida muy larga por el derecho. El de El Pilar lo cantó en el capote de Castella, que lo cuajó en un soberbio saludo a la verónica sacándoselo hasta los medios y coronado con una media de cartel. E incluso en un quite por chicuelinas muy quieto, muy templado y muy de verdad, en el que el animal siempre se vino.
No quiso Manzanares entrar en peleas ni ejercer turno a réplica mientras el picador andaba en el suelo, que las dos veces derribó el toro empujando por abajo y metiendo riñones. En cambio, Curro Molina dejó el tercio de banderillas de la feria, haciendo el abc de los palos. Tanto, que la Maestranza se puso en pie y la banda rompió a tocar, con razón.
Lo hizo también cuando Castella inició su faena con un par de cambiados en los medios, en los que el toro se vino con galope y temple. Destacaron sobremanera un cambio de mano con la zurda y un trincherazo. Había material, pero Sebastián, que pronto buscó el hueco en la corta y media distancia, no terminó de exprimirlo. Hubo muletazos buenos, algunos de gran trazo por la mano izquierda, pero sin esa serie redonda y rotunda que pone a todo el mundo de acuerdo. Sebastián, que cumplió, paseó una oreja, pero el toro era de premio mayúsculo.
Toreramente, lo mejor llevó la firma de Manzanares, que quiso con sus dos toros. Con el tercero, uno de Moisés sin tanta clase pero con emoción, hubo momentos muy buenos, sobre todo en la apertura y en dos cambios de manos que deberían ilustrar el cartel del próximo año, con cadencia, con temple y con compás. Lo sometió José Mari en una faena de tiempos y pausas, de series cortas, templadas y buenas, pero sin apretar demasiado al toro. Pudo haber cortado la oreja, pero su fallo con la espada dejó la cosa en saludos.El sexto fue otro importante, el de más temple de la corrida, al que había que torear con pellizco, y Manzanares lo hizo. Se gustó en el inicio de faena, cumbre, con muletazos y remates a compás. Y después, con la muleta, lo cuajó por el pitón derecho en series con mucho temple, mimo, seguridad, llevándolo largo, mecido y sin un enganchón. No fue así por la izquierda, donde la faena bajó.
El animal, siempre fijo y dispuesto, nunca dejó de embestir con la cara colocada y siguió hasta el final de faena, donde Manzanares abundó en muletazos despaciosos y armoniosos, en bellos remates y pases de pecho cumbres. Como sólo pueden hacer los tocados por la varita, y como reventó con una última serie en redondo, dando el pecho y toreando a cámara lenta, la mejor de su labor. Quiso matarlo Manzanares en la primera raya, y pinchó. Una estocada fulminante lo reventó después, y puso en sus manos… una oreja.
Sábado 17 de Abril, de 2010
La tarde llevó la firma de Talavante. Esperaba Sevilla a Morante, y como no fue, quizá por eso se enfriaron los ánimos y tardaron en entrar en calor. Pero cuando lo hicieron, Sevilla volvió a dar su aprobación a un torero con feeling especial con esta plaza.
Se rompieron, sobre todo, con el quinto. Un toro de casi seis años montado y manso como un demonio. El animal se movió lo suyo, aunque nunca quiso embestir de verdad. La lidia fue desastrosa y aun así el de Gavira, con fondo encastadito, y entre huída y huída, dejó que Talavante hiciese de las suyas.
Lo que hizo Talavante fue cuajarlo al natural en la puerta de chiqueros. Hubo dos intentos de sujetarlo en los medios y como el toro no quería, el extremeño aprovechó la querencia. Hubo de llevarlo abierto al principio porque el toro no quería pasar, y cuando consiguió hacerlo, Talavante le enjaretó varios naturales de cintura rota y trazo muy largo.
La faena fue un pulso y un toma y daca en la que ganó la actitud del torero. Siempre queriendo, siempre echándosela y siempre embarcándoselo, las últimas series, en las que la banda incluso rompió a tocar, fueron de espacios milimétricamente imposibles, casi pegado a tablas. Sin embargo, Alejandro pinchó un par de veces y se dejó escapar la oreja.
Con el primero de su lote tampoco mató bien. Y pudo haber tocado pelo si el de Gavira, el de mejor son de la corrida, aguanta diez muletazos más. Pero el toro, con el depósito muy justito, tuvo tres series sobre la mano derecha y se paró de golpe. Esas tres las exprimió Talavante en bueno, corriendo la mano, ligando, muy bien colocado y siempre por debajo de la pala, arrastrando la muleta y llevándolo hasta el final en una versión más reposada y mejorada del torero que se vio a finales del año pasado.
A ese toro lo cuajó de capote Daniel Luque en un quite a la verónica. Dos y la media con temple, mimo y acariciando la embestida, fueron la tarjeta de presentación del de Gerena. Volvió a lucirse después con el capote en el sexto, en un galleo por chicuelinas de mano baja y mucho pulso y por otro quite a ese toro. El animal, alto y serio, manseó como sus hermanos y Luque.
El tercero fue también de los toros aplomados, con embestida muy descompuesta. La lidia al toro fue nefasta y Luque se contagió del ánimo del toro en tres series con demasiados enganchones sin decir nada. El sexto, manseando mucho, tuvo movilidad.
Luque consiguió hilvanar algunos muletazos sueltos, pero el toro pasó más tiempo huyendo y el de Gerena no dio con la fórmula para sujetarlo, porque casi nunca dejó la muleta puesta para tratar de que el manso repitiese. Lo mejor fue un espadazo fulminante que lo tiró patas arriba, literalmente. Tanto, que no pudieron apuntillarlo.Morante no tuvo lote ni tampoco se le vio con gran ánimo.El primero fue el toro más complicado, que se metió de primeras por dentro y vino siempre descompuesto. Morante, al que le enganchó demasiado los trastos, no se complicó.
El cuarto protestó mucho por arriba y se defendió tela. Morante, que no pudo lucirse de capa, lo intentó con intermitencias en una faena con muchos enganchones en la que al final llegaron tres o cuatro naturales de buen aire y más limpios, justo cuando el sevillano bajó la mano y lo llevó al toque, sin violencias.
viernes 16 de Abril, de 2010
El Juli tuvo muy claro desde el primer momento que iba a tirar hacia adelante en la corrida. Quizá se olía el lote de El Ventorrillo que el destino le tenía reservado para la tarde. Sus dos toros, junto con el segundo de Castella revalidaron el crédito de la ganadería de Fidel San Román, que ya puntuó muy alto el año pasado. Posiblemente, con un ruedo mejor y sin agua, el listón hubiese sido superior.
Abrió plaza un toro con mucha calidad en su embestida, con un gran fondo que destacó, sobre todo, por el pitón derecho. Pese a que Julián le exigió una barbaridad, el toro aguantó hasta el final, con una muerte de bravo.
El cuarto fue otro gran toro, que embistió con profundidad y largura por el pitón derecho, y al que El Juli enseñó a embestir por el izquierdo, donde en el capote se quedó más corto. El toro sacó su fondo bravo y terminó queriendo coger siempre la muleta por abajo, rendido al poderío de Julián.
El quinto fue un toro nada fácil, porque miró lo suyo, pero muy agradecido en la embestida con su transmisión, queriendo romper hacia adelante y que Castella dejó ver citándolo de largo, y largo fue el de El Ventorrillo en sus embestidas.
En otro aire resultaron los otros tres de la tarde. El segundo embistió de forma aburrida descastada y deslucida, sin emplearse y mirando los engaños por culpa de un viento inoportuno. Soso, sin decir nada.
El lote más deslucido cayó en manos de Perera. Un tercero muy justo de fuerzas, al que le faltó transmisión por su falta de raza. Cerró plaza un manso pregonado, el garbanzo negro de la corrida, buscando siempre las tablas y huyendo de la pelea.
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Jueves 15 de Abril, de 2010
La Historia de una tarde sin Historia.
La corrida de Victorino acabó siendo pesada y larga, con otro petardo, como el del año pasado, del de Galapagar. Ni a la tercera fue la vencida, con tres tardes seguidas de mal juego ganadero. El lote de esta tarde tuvo variedad de presentación, aunque todos en la línea de la casa, salvo el sobrero, que no pareció criado en "Las Tiesas".
Abrió plaza un toro que humilló mucho de salida pero nunca terminó de rebosarse en el capote, tardeó en el caballo dejándose pegar sin más, como hizo toda la corrida, donde ninguno se empleó de verdad en el peto. Fue un toro parado, incluso hasta para entrar a matar. El público pitó al de Victorino en el arrastre, como haría después con varios ejemplares.
Al segundo, muy asaltillado y cornipaso, le tocaron las palmas de salida. El toro manifestó las fuerzas justas desde que saltó al ruedo, para después comportarse de forma correosa durante la lidia, desarrollando en la muleta, donde no pasó.
El acapachado y bajo tercero manifestó un punto de mansedumbre de salida, venciéndose por el pitón izquierdo. Fue mirón en el último tercio, pero obediente en el cite, y aunque apuntó, no terminó de romper.
El cuarto fue el único con pies de salida y transmisión en los primeros tercios, embistiendo con prontitud. Sin embargo, en la muleta se metió muy por dentro, sin terminar de humillar y sin raza, como sus hermanos.El sobrero, un ejemplar muy justo de presencia, fue un toro largo pero muy flojo de manos, lo que motivó las protestas del público. El toro llegó a la muleta embistiendo a saltos, algo rebrincado y sin entregarse.
La historia de una corrida sin ella terminó con un toro siempre detrás de la mata, esperanzo hacer presa y que siempre tuvo marcado al de Fuenlabrada.
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miércoles 14 de abril de 2010
Torrreones a poca altura.
Hoy se lidió la sexta corrida de la feria de Abril de la Real Maestranza de Caballerias de Sevilla.
Hubo mas de media plaza.
En general , una corrida mala del Torreón , con apenas 2 toros medio-potables , de los 6 que saltaron al albero. Segundo y tercero destacaron pero no acabaron de romper.El cuarto , sobrero del Conde de la Maza , de mal juego y muy complicado recibió pitos en el arrastre.
Antonio Barrera se llevó el peor lote de la tarde . Además hizo un gran esfuerzo por estar esta tarde en la Maestranza ya que la pasada noche lamentablemente falleció su padre.
En su primero , estuvo serio y responsable , frente a un toro que no dio opción , embistiendo con la acara alta y sin humillar.En su segundo , nada mas salir , se estrelló frente a un burladero y se partio el pitón desde la zepa.La presidenta no dudo ni un segundo en cambiarlo.Pero la dificultad no tardaría en llegar , un sobrero alto , del Conde de La Maza , puso en peligro la vida del sevillano torero.El toro no admitió ni un pase . Este 14 de Abril , por todo en general , quedará marcado en la retina de Antonio Barrera.
Luis Bolivar se llevó el mejor toro de la tarde , el segundo . Calentura , que calentó a la Maestranza, tuvo una gran clase , humillaba . Lo único ,que se desfondó antes de tiempo por lo que la faena se cortó. Sevilla reconocio con una ovación el esfuerzo del torero y aplaudio en el arrastre al toro.El quinto , recibió pitos en su arrastre debido a su mal comportamiento en la plaza .
Salvador Cortés se llevó un toro medio potable , al que le dió unos derechazos a cámara lenta de infarto , solo que el toro empañó la faena al carse varias veces y al faltarle un tranco tanto en el capote como en la muleta. En el tercio de banderillas destacó Mariscal , que regaló un par impecable que hizo levantar a todo el público.Saludo desde el tercio.Destacó la espectacular Porta Gayola que realizo cuando salio el toro.En el segundo , de nuevo se puso a Porta Gayola . Tuvo un gesto muy bonito al brindar el toro a su amigo y paisano Antonio Barrera, ya que lo esta pasando muy mal con la reciente muerte de su padre. Pese a ser un toro obediente le falto profundidad en la embestida. Después de 2 pinchazos , media estocada y un descabello , el toro dobló .
martes 13 de abril de 2010
Pal-haburrimiento.
La tarde iba para seis silencios, seis. Pero el descaro, las ganas y el valor seco de Arturo Macías la tiñeron de sangre. Es el tributo de tratar de pegar pases a un toro morucho, porque moruchona fue la corrida de Palha. Lejos queda el terror, pavor, horror y unas pocas cosas más de la ganadería. El petardo fue mayúsculo.
Lo fue porque de esta ganadería lo que menos se tolera es el aburrimiento. Y que el segundo toro estuviese más pendiente de buscar las tablas mientras Macías lo citaba en los medios, o que el burraco cuarto se rajase al tercer muletazo, no es el mejor balance para una corrida considerada 'torista'.
Macías resultó prendido por el quinto, un toro con hechuras más en Cuadri que en otra cosa. Como sus hermanos, no se empleó en ningún momento, amagó con marcar terreno y no dejó que lo obligasen. El mexicano lo intentó, se puso, se metió en su terreno y salió prendido. La cornada certera llegó en el segundo viaje. Ahí se empleó con saña el de Palha y le abrió las carnes.
El mexicano había demostrado que llegó a Sevilla a quedarse quieto. Lo hizo con el primero, de Serafín, un toro distraído y que embistió a oleadas y al que, pese al viento, quitó por gaoneras. No salieron limpias, pero el ajuste y, sobre todo, la forma de no rectificar un paso, ahí quedaron. Se la volvió a jugar después con su toro en otro por chicuelinas.
El de Palha no quiso pasar después. Y a pasa toro, porque no había forma de engancharlo, Macías planteó una faena larga, demasiado larga y, al final, un punto espesa. Macías quiso, solventó la papeleta, pero no había enemigo con el que emplearse. Dos no se pelean si uno no quiere. Y en este caso, no quiso ningún Palha.
El toro de la cogida, y otros dos más, mató Serafín. El primero, que saltó al ruedo a las siete menos veinte, no tuvo apenas arrancadas. Cuando lo hizo, amagó con echar las manos por delante. El cuarto, burraco gargantillo, pareció tener otro aire, pero al tercer muletazo se rajó. Marín se lo sacó fuera para aguantarlo y consiguió robar algunos muletazos de buen son. Parecía que sí, pero el toro dijo que no. Y la cosa se fue consumiendo de nuevo. Una estocada y adiós muy buenas.
Iván Fandiño quedó inédito con su primero. Hubo un quite por tafalleras al de Macías, quieta la planta, y uno al suyo bueno a la verónica, con una media con gusto. Eso fue todo, porque el animal, que la tomó sin gracia un par de series sobre la mano diestra, se apagó como una vela.
El sexto también fue tela de feo. Y de malo. Salió buscando las tablas y llegó a la muleta metiéndose por dentro, levantando la gaita, midiendo y sin terminar de pasar. Fandiño trató de empezar por bajo y el de Folque le avisó rápido. Después, la faena fue un toma y daca. Fandiño se puso por la izquierda como si fuese a embestir en bueno, y sorteó más de una cuchillada.
Tampoco fue a derechas. Siempre por encima del palillo, haciendo hilo y gateando, el toro fue una prenda y Fandiño, que no se sabe porqué no lo mató directamente, terminó teniendo que poner pies en polvorosa un par de veces